Los yamas son una serie de principios éticos que van orientados a cómo nos relacionamos con el mundo, con las demás personas y con nosotras/os mismas/os.

• Ahimsa – no violencia
• Satya — sinceridad
• Asteya – no robar
• Brahmacharya – moderacion
• Aparigraha – no acumular

Lo mismo que los yamas, pero con respecto a una/o misma/o. Son normas o guías para las acciones internas, nos ayudan a modificar nuestros hábitos y pensamientos para poder disfrutar del momento presente.

• Saucha – pureza
• Santosha – satisfacción con lo que tienes
• Tapas – austeridad
• Svadhyaya – estudio
• Ishvara Pranidhana – devoción

La idea si estás empezando en el yoga, es ir siendo consciente de momentos en los que estés faltando a alguno de estos principios sin darte cuenta.

Por ejemplo, cuando en la parte física de la práctica te presionás demasiado para poder llegar a hacer “x” postura, por una parte estás olvidando ahimsa hacia tu propio cuerpo y por otra santosha, porque no estás pudiendo contentarte con tu práctica tal y como está.

Es la rama más conocida, se trata de las posturas que se realizan en la práctica de cualquier clase de yoga. Ayudan a desarrollar el equilibrio, la elasticidad o la resistencia muscular, y equilibran la energía del cuerpo y la limpian ofreciendo estabilidad a nivel físico, mental y emocional.

El fin último de los ásanas es ir preparando el cuerpo para poder permanecer luego durante periodos de tiempo largos meditando (séptima rama).

Pranayama se refiere al control de la energía vital, a través de la consciencia de la respiración.

El Prana, que es la energía vital, fluye a través de los nadis, que son los canales energéticos, y a través de los 7 centros energéticos principales que recorren nuestro cuerpo, y que son los Chakras.

En cada respiración que realizamos, nuestro cuerpo absorbe Prana, y junto al control de la mente y de los pensamientos, nos ayuda a regular nuestra energía interna.

Una traducción más o menos fiel sería “recogimiento de los sentidos”, es decir, obviar el mundo exterior para centrarte en vos.

El mundo exterior no son solo los ruidos de afuera. También los de tu cabeza pensando constantemente y de manera casi automática.

Por lo general, los sentidos están al servicio de la experiencia y la mente se distrae por los fenómenos exteriores y toma su forma. De ahí que busquemos la felicidad en el mundo exterior.

Con la práctica de Pratyahara aprendemos a dirigir y controlar los sentidos. Estos dejan de asumir la forma de los objetos exteriores y permiten que la mente esté serena y enfocada en el interior. La felicidad que obtenemos así es mucho menos cambiante, más genuina.

El siguiente paso, una vez que ya nos hemos conseguido centrar en lo interno aislándonos del mundo externo, es la concentración.

Ahora toca fijar tu mente en un objeto (dhristi) y mantenerla ahí durante un tiempo. Ese objeto puede ser lo que quieras, por ejemplo la respiración. Intentá mantener el foco ahí y no distraerte.

El séptimo paso es la meditación. Dicen que cuando llegas a un estado de meditación verdadero, pueden pasar horas sin que nos demos cuenta.

Una vez que has elegido un objeto sobre el que centrar tu atención, se llega a un estado de meditación cuando consigues “volverte uno” con dicho objeto.

Último tramo, en el que llegás a la unión con lo divino.

Aquí el aspirante a yogui se convierte en yogui, alcanza la verdadera felicidad, dicha, gozo.

También se puede considerar como un estado de máxima consciencia, pero de no pensamiento y sin acción de la mente, que lleva a alcanzar la verdadera libertad del espíritu.